Rivadavia puede dormir tranquilo porque tiene la espalda bien custodiada. Abel Trejo otra vez fue determinante en una vuelta olímpica Naranja y todo el Este festeja un producto 100% rivadaviense.
La altura no es todo, pero cómo ayuda. Ante tanta falta de internos altos y potentes, con equipos que salen desesperadamente al mercado a buscar en otras provincias, Fernando Minelli puede estar tranquilo porque distruta al mejor pivot de Mendoza. Y es de su barrio.
Abel Trejo no tiene sangre roja. Su sangre es Naranja. Moldeado 100% en Rivadavia, el Chiquito comenzó a jugar de grande (¿cuándo fue chico, en realidad?) y hoy demuestra por qué se apostó tanto en él. En defensa, Abel fue un animal, metiendo tapas y bajando rebotes en los dos aros. Es más, cuando Minelli tuvo que darle descanso, Rivadavia perdió el rebote, Anzorena obtuvo segundas, a veces hasta terceras, oportunidades de tiro para acercarse en el marcador.
En ataque aportó correcciones de tiro, una marca registrada, y una tranquilidad y efectividad envidiable a la hora de tirar los libres. Cuando más quemaron las papas, faltando 30″ y el partido 68-67, se paró en la linea y metió sus dos lanzamientos, como si ningún peso sobre sus hombros pudiera quitarle ese temple de acero.
Muchos vinieron a buscarlo. Dinero, casa, quién te dice que más le habrán ofrecido. Pero Chiquito no se va. Hasta en charlas de café, con amigos, debatimos si está decidiendo bien o mal, teniendo en cuenta su futuro y potencial. A él, por ahora, le importa seguir dando vueltas olímpicas en Rivadavia que, cómo alguna vez dijo un enganche acerca de su cancha, es el patio de atrás de su casa.