El día que David venció a Goliat en Mendoza: ¡Cano campeón 1969!

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SALTO EN EL TIEMPO. Últimos días de mes de diciembre de 1969. Entre Navidad y Año Nuevo. El básquet de Mendoza paralizaba la provincia a nivel deportes. Andes Talleres vs. Cano. La gran final. El equipo de la «Casas Colectivas» sacó chapa de grande y derrotó al gigante. Amistad, pasión, talento, las claves de un equipo que hizo historia y logró la gloria eterna. Un relato imperdible en primera persona, del crack Jorge «Rulo»  Becerra. A disfrutar….

Por Jorge Rulo Becerra (Gentileza: Recuerdos de Cano). 

Habíamos agarrado confianza, ganar invictos la primera rueda ayudaba a eso. El Club estaba que explotaba. Mediados de noviembre. Clima espectacular para quedarse toda la noche charlando. En la cantina, fuente de toda razón y justicia, se elaboraban los más insólitos planes hacia el futuro. Se analizaban los partidos ya ganados con la planilla y los diarios en la mano. Cada noche surgía (en las mesas) un nuevo director técnico, que declamaba una novedosa forma de jugar para seguir ganando, forma que se olvidaba o era destrozada la noche siguiente.

Los hinchas asistían a los entrenamientos y vislumbraban el futuro desarrollo del juego de acuerdo al ánimo que percibían en las prácticas.
Yo, con mis 18 años, recibía un montón de indicaciones y observaba mover la cabeza negando a mis compañeros mas experimentados. Después me explicaban «Rulo, vos asentí a todo, pero dale bola solo al Quique, por que si no te vas a volver loco». 

«Comienza otra Dinastía»; «Guillermo Cano, digno sucesor de Andes Talleres» decían los diarios y el Quique decía: «No te la creas, hasta que hayamos terminado: todo es humo».

La hinchada del Club Cano.

Y seguimos ganando, con Agua y Energía 68 a 45, Anzorena 80 a 72, Israelita Macabi 63 a 54, Regatas 92 a 62, San José 74 a 32, Sayanca 73 a 47, Villa Hipódromo 64 a 41, YPF 75 a 51. Siempre cabeza a cabeza con Talleres. Lo teníamos ahí cerca, respirándonos en la nuca, le llevábamos dos puntos por haberlos derrotado en la primera rueda y porque Atenas también le había ganado. Nos quedaban los Apaches y en su cancha. Fuimos a Atenas y les ganamos por diez, 73 a 63. Contentos y algo magullados, volvimos a festejar en el club.

El Festejo no menguó, pero una fuerte discusión nubló un poco las cosas.
¿Locales frente a Talleres en nuestra cancha o en otra? Los cabaleros no querían de ninguna forma mudarse a otro escenario. Es más, ofrecían la diferencia económica que pudiera hacerse en una cancha con mayor capacidad para el público. Obviamente la oferta duró hasta que se pasaron los vasos del alcohol. Imaginaban cómo mejorar sus lugares habituales de observación del partido pero después desistían para no romper la cábala. Era mejor soportar la habitual incomodidad y ganar, que perder estando cómodo. Finalmente se eligió la cancha de Agua y Energía, a mi me hubiera gustado Pacífico pero el calor hubiera sido, tal vez, insoportable. La Federación suspendió todos los otros partidos de la fecha. Sólo jugaría Cano contra Talleres.

Surgió rápido la idea de que si bien resignábamos la localía, no debíamos perder todas las prerrogativas. Teníamos que entrenar en la cancha de Agua y Energía y de esa forma sacar una «enorme ventaja». Dijo uno:«Vamos a reconocer la cancha». Otro más realista contraatacó, «Mas bien vamos a recordar las veces que nos pintaron la cara en esa cancha». Había muchas opiniones y pareceres. Yo tenía una sensación. Pensaba que los aros de esa cancha eran muy duros y los rebotes despedían mucho la pelota. Se producían dos efectos: el primero que esas pelotas dudosas terminaban por no entrar y las que decididamente no entraban daban unos rebotes altísimos.

Pero, no dije nada de esto porque seguramente me retrucarían que me estaba cagando antes del partido (lo que en cierta forma era cierto) y que además la responsabilidad de los rebotes altos era mía y que además ese tipo de altura me favorecía. Y fuimos a entrenar a esa cancha, lo último que esperábamos es que en el entrenamiento hubiera público y periodismo. No sé si a Talleres fueron y les sacaron la misma cantidad de fotos que a nosotros, quizás si el resultado hubiera sido otro nos haríamos enterado.

Entre «posar» para los fotógrafos y recibir las indicaciones de la veintena de hinchas-técnicos que nos indicaban: de dónde tirar, a quien teníamos que pasarle la pelota y las largas explicaciones de la forma de moverse del jugador contrario y de cómo defenderlo (porque ellos ya lo tenían bien mirado). Poco fue lo que tiramos al aro o practicamos las jugadas que el Quique o el Pachi nos indicaban.

Pero las cervezas, en la cantina de Cano y pagadas por algún hincha-técnico que terminaba de decirnos sus conocimientos, equilibraron las falencias que existieron en ese último entrenamiento. Uno de estos hinchas entró raudo a la cantina y al oído me dijo que se había enterado que el Luis Armendáriz y el Caniche Estalles habían chocado, estaban lastimados y que no jugarían. Talleres estaba pidiendo la postergación del partido. No fui lo suficientemente rápido como para avivarme del por qué me lo había dicho al oído. Obviamente se lo comenté al Ñato, nuestro capitán, que lanzó una carcajada mientras me decía: «Rulo, entraste como un gil, hoy es 28 de Diciembre, el Día de los Inocentes, y se generalizó la carcajada».

Estábamos en esos días inciertos entre Navidad y Año Nuevo donde uno trata de creerse que la joda no se acaba nunca, comentaba esto justamente en un arranque de filósofo, cuando veo aparecer por la puerta del Club a mi Viejo que me arrió para mi casa mientras por lo bajo me decía: «Mañana a las nueve tenés que rendir una materia y mejor que te vaya bien porque si no a la noche no jugás». No sé si la presión me ayudó pero aprobé y a las ocho de la noche ya estaba entrando en Agua y Energía.

Vimos el primer tiempo de la Reserva, tenían que ganar eran superiores. En el entretiempo un poco por la ansiedad de cambiarnos y otro poco porque teníamos ganas de alentarlos para que ganaran, entramos al vestuario. O por lo menos yo entré. No nos movíamos agrupados, los más viejos se quedaron hablando con algunos de la hinchada. «Está la barra de Independiente Rivadavia con el Curita Vergara y otros más», dijo el Ñato Batiz cuando entró. Como para no quedarse afuera el Carlitos Ojeda agregó: «Y la del Lobo (era hincha de Gimnasia el Carlitos)» y lo más llamativo es que están una al lado de la otra y gritan juntos, las cosas que puede hacer Cano. Al frente de la de Gimnasia, agregó, «Lo ví al Cebollón Fernández y al Loco Sosa»(hijo del asqueroso que vivía en el pabellón «H» entrada 1, que fuera después Presidente de la Asociación Argentina de Árbitros).

Nos terminamos de cambiar y el Quique daba alguna indicación cuando el techo tembló sobre nuestra cabeza: la reserva había ganado y la tribuna (sobre los vestuarios) estalló en un Grito «Y Dale Cano, Dale». Felicitamos a los muchachos que iban entrando: Osvaldo Trillo, Oscar Falcioni, Pedro Jalif, Manuel Fragapane, Ernesto Valeros, Jorge Picallo, Antonio Neo, Héctor Coll, Guillermo Sanchez, Juan Carlos Aramburu, Guillermo Ruiz, Luis Rugere y Rafael Cantos, algunos se cambiarían de civil y otros sólo la camiseta porque también estaban en el equipo de primera.

Talleres entró y los silbidos fueron más que los aplausos, eso es lo que escuchamos, después me enteré que el Raúl Estalles entró con un caniche en brazos. No sé si fue por eso lo de lo silbidos. Salimos a la cancha y la tribuna volvió a explotar, miré para el lado de la mesa ahí estaba el Carlitos Ojeda que no quiso dejar el reloj, el Claudio Kurlac se quedó levantando las tabletas de los fules, en la planilla uno de Talleres y los árbitros parados nos miraban sin dar muestra de nerviosismo. Centurión y Aguirre experimentados los dos. En los tiros previos, los de la entrada en calor, tuve un anticipo de lo que sería el partido, por lo menos el primer tiempo, no metía una. Los aros rechazaban la pelota como si fuera la peste o yo en vez de tirar a embocar, tiraba a matar. En el primer tiempo dimos asco, casi todos, sólo el Lulú parecía tener un poco de sensatez. No tiraba mucho pero no perdía pelotas y repartía con eficiencia. Ni rebotes agarraba, el Caniche, el Luis y el Nenna se habían decidido a tomarlos todos y no me dejaban ninguno para mi. Perdimos por cinco el primer tiempo 38 a 33.

«Si alguien les dijo que podían ser campeones, les mintió asquerosamente», así arrancó el Quique Derimais la charla del vestuario, y tenía razón. Nos la habíamos creído. Cuando volvimos a la cancha atronó otra vez la hinchada, la sentimos pero no la oímos, por las caras de mis compañeros me di cuenta que ahora solo pensaban en jugar, entramos concentrados. El Flaco Castromán, como al pasar, le dijo al Caniche Estalles: «El perro ese con el que entraste ¿con qué número juega?, porque ustedes son un equipo de perros”. No lo oyó el árbitro. Si el Luis Armendáriz que cambió su cara apacible a una de guerra.


Empezamos a jugar mas tranquilos. El Pepa Falcioni la metía de media y acertaba con sus veloces entradas pero siempre jugando en equipo. Marcamos mejor y se notaba que ellos habían empezado a desesperarse. Se cargaron de faltas. Con el Flaco Castromán empezamos a dominar los rebotes. El Luis Armendáriz estaba descontrolado. Tiró una pelota afuera porque sí, que le costó un doble en contra. Se notó en él pero el contagio era generalizado. Ellos y nosotros. Lo echaron al Nenna, el Ñato Bátiz se desmaya o algo parecido, reteníamos la pelota pero no la metíamos. El Lulú Sochi en una corrida de aro a aro mete un doble, el que sería el último de Cano. Cuando se prendió la luz de los tres últimos minutos ganábamos por cuatro 57 a 53. El Raúl Estalles nos mete un doble y emboca un tiro libre 57 a 56. El Polo Galafassi entra para cuidar la pelota y la cuida. Faltan 14 segundos. Foul al Caniche Estalles. Tiene que tirar dos tiros libres, minuto pedido por Cano. El Quique nos encara al Raúl y a mi: «Hay rebote, tiene que ser de ustedes». El Pachi Romero grita exaltado: «No va a meter ninguno. Ninguno» y con esta sentencia volvemos a la cancha. La sentencia se cumple, erra el Caniche, tomamos el rebote, la cuida el Polo y …

¡SOMOS CAMPEONES!

La vuelta olímpica de Cano y una de sus máxima figura: Rulo Becerra. / Gentileza.

Y los festejos duran lo suficiente como para ser recordados. El gordo Reig que fuera Ministro de Educación de la Provincia y en ese momento Presidente del Club Jorge Newbery nos escribe un acróstico, porque un digno ganador tiene quien le escriba.

ACRÓSTICO PARA UN CAMPEÓN

Al Club Barrio Cano del Club Jorge Newbery – Año 1969

Conseguiste Club Barrio Cano
Los laureles de la Victoria
Un campeonato donde se unió
Básquet, Hidalguía, Amor y Gloria

Buen vecino siempre fuiste 
Amigo puro, sincero y leal
Ramos de rosas y de claveles
Recibe hoy, campeón sin par
Imagen perfecta de lo correcto
Ojos ansiosos te vieron jugar

Cano era el nombre de lo perfecto
Ansias inigualables para ganar
Newbery, tu amigo, hoy te saluda
Orgullo del básquet, Cano Inmortal