Con la pluma de nuestro de periodista y amigo Daniel Ferrari, continuamos con la publicación de una serie de cuentos. Nuestro rincón “Salto Literario”, saltó al parquet. A disfrutar…
Los primeros rayos de sol se iban filtrando a través de las persianas que cubren el gran ventanal y el teléfono ya habían sonado unas cuantas veces. Es la oficina de José Guzmán, son las 7.30 y entre las comunicaciones que mantuvo con sus clientes, se le suman las que trató con el presidente del club y dos jugadores sobre un pase.
Anoche, llegó tarde a su casa, luego de pasar por el club y definir varias cuestiones que estaban pendientes con el resto de la comisión directiva. Esta pasión por la función dirigencial es resultado de la herencia familiar. Desde pequeño, su padre Juan José, lo llevaba al club y mientras el pequeño José jugaba con la naranja, el presidente -a lo largo de 25 años en distintos mandatos- trabajaba varias horas luego de su actividad laboral. Camino a casa, la charla entre padre e hijo, seguía siendo el básquet. Su madre, fue una incansable colaboradora de la institución. Además de seguir al equipo a lo largo de varias décadas en cada partido, encabezó la cooperadora y fue la responsable de organizar infinidades de bingos, rifas y todo lo que fueran ingresos económicos a las arcas institucionales. Valeria, hermana de José, comenzó en premini llegando hasta la categoría Crucero. Ahora sus dos hijos, en mini y U13 tienen en sus respectivos ADN, registros basquetbolísticos.
Sin dudas que la fotografía del club en blanco y negro cuando lo presidía Juan José dista mucho de la actualidad a color.
Atrás quedaron aquéllas baldosas que se limpiaban con el gran lampazo que se alimentaba con brillapisos o gasoil. Las sillas de totora dieron paso a las dos grandes tribunas que protegen en ambos lados al nuevo piso flotante.
En las tardes, y mientras en la cancha los chicos practicaban, varios socios se divertían en la cancha de bochas. Los partidos se disputaban entre infinitas anécdotas e historias de los participantes. El sol le daba paso a la luna y las bochas todavía continuaban en acción.
Junto a la cantina, donde Tito a lo largo de las frías tardes de invierno llevaba algo calor a los socios con un cafecito o un vaso de gaseosa para apaciguar las veladas veraniegas, estaba la sala de juegos. Allì, el tiempo se detenía. No había horarios y las noches se extendían con las partidas de cartas, hasta dar paso a los primeros rayos de sol del día siguiente.
En la actualidad, este paisaje quedó en la memoria y recuerdos de los muchachos y chicas que ya peinan algunas canas porque la cancha de bochas ya no está más y la sala de juegos dio paso a un gran gimnasio con los más sofisticados aparatos.
Hace algunos años, la comisión directiva decidió homenajear a Juan José Guzmán y colocarle su nombre al estadio. El apellido del gran mandatario quedará por siempre inscripto en lo más alto del gran tinglado.
El trabajo dirigencial es el mismo de épocas pasadas y en la actualidad. Juan José recibía llamados a través del simpático teléfono fijo a disco de color gris y su hijo, la hace en la actualidad con el último IPhone. Pero el trabajo y la dedicación no ha variado.
Ser dirigente es una pasión que se lleva en el alma, como los colores del club.
La pantalla del celular de José se vuelve a encender. Lo vamos a dejar atender, quizás alguien del club necesite de sus decisiones. La secretaria le trae un café como para arrancar la mañana de un largo día.
Hasta el próximo partido…